XXII-Congreso Internacional de Cirugía Taurina.
XXXIV-Congreso Nacional de Cirugía Taurina.
Úbeda- Baeza: Del 1 al 4 de Junio de 2016.
Conferencia Magistral: Enrique Ponce.
Viernes 3 de junio: 11,15 a 12,00 h.
“La cirugía Taurina, el Torero y el toreo, evoluciones paralelas”
Señoras y Señores Doctores, Ponentes, Moderadores, Comité Organizador de este vigésimo segundo Congreso Internacional de Cirugía Taurina, Trigésimo cuarto a nivel nacional: Buenos días.
En primer lugar quisiera, aunque ya llevan varios días de congreso, darles la bienvenida a todos ustedes a estas tierras de Jaén, a Úbeda y Baeza. También, como no, muy especialmente a todos aquellos Doctores que vienen de otros países, de Europa y Latinoamérica.
Espero y deseo que el sentimiento hermano que les une entorno a la medicina, a la cultura, al toro, a la tauromaquia, urda los lazos emocionales adecuados para consolidar su amistad y se encuentren como en casa. Bienvenidos a España.
Cuando el Doctor Rafael Fuentes Martos, que a parte de ser un gran cirujano es un excelente aficionado y amigo desde hace mucho tiempo, me propuso participar en estas jornadas, a parte del honor que suponía para mi incluirme en un congreso de tan alto nivel cultural y científico, como este, también suponía una responsabilidad añadida.
Con esta conferencia, que he titulado:
“La cirugía Taurina, el Torero y el toreo, evoluciones paralelas” desearía, por mi parte, aportar algo a este congreso, que fuera un poco mas allá del simple hecho de la lectura de un texto más o menos afortunado.
Por ello he procurado informarme un poco sobre algunos aspectos, que pienso serán interesantes aportar en esta conferencia, para acompañar a mi reflexión final. Disculpen el atrevimiento y también si algún aspecto técnico- científico no es muy acertado.
Cierto es también que, de alguna manera, me alegré, me alegré mucho porque se me brindaba la posibilidad de poder expresar un sentimiento que tenía desde hace algún tiempo: Comentarles en primera persona, aunque creo que puedo hablar en nombre del colectivo de los toreros, la gratitud que tenemos los toreros hacia todos ustedes. Hacia todos los médicos, los que están aquí presentes y los que no pueden estar o cubren cualquier plaza por pequeña que sea.
<<El templo no hace a la Iglesia, de la misma manera que la categoría de la plaza no hace al peligro que se suscita cuando hay un toro delante y alguien está dispuesto a realizar el toreo>>
Gracias por todo el esmero, por el talento y la pasión que ponen en atender a los toreros, gracias por ayudarnos a superar nuestros miedos en el hule del quirófano, gracias por comprendernos y disculparnos cuando nuestra ansiedad y nerviosismo nos lleva a tomar algunas decisiones complicadas, a veces difíciles de explicar.
Gracias por la entrega a una tarea nunca bien remunerada, en ocasiones con los medios justos, muchas veces incomprendida y en otras muchas situaciones, cuando la ciencia y la providencia no se ponen de acuerdo en el fatal desenlace, el sufrimiento en el plano personal y profesional.
Y todo por el amor que tienen a la Fiesta.
Por este motivo quería, sentía la necesidad, desde hace ya algún tiempo de mostrarles mi gratitud, y que mejor momento que este congreso y que mejor enmarque que estas tierras jienenses, de las que puedo decir que son mi segunda patria chica, que en ellas me fragüé como torero y que en ellas encontré grandes amigos que me acompañaran siempre.
Me van a permitir que les cuente una pequeña anécdota, que no deja de ser eso, una anécdota, pero que es muy significativa de cómo vivimos los toreros la relación con la cornada, con la enfermería y con los Doctores desde nuestra mentalidad:
Mi abuelo, referente ineludible en mi vida, como torero y como persona, al salir un día de toros de la plaza de Valencia, fue a cruzar la calle para dirigirse a la estación del Norte, allí debía de coger el tren que lo llevaría de vuelta a Chiva, mi pueblo, al bajar la acera perdió pié y calló de bruces; ya era mayor, tendría sobre los noventa años, la verdad es que se desenvolvía muy bien, pero bueno, a esas edades ya se sabe.
Enseguida se formó un revuelo importante, llegó la policía, llamaron a una ambulancia, lo normal en estos casos. De pronto mi abuelo levanta la cabeza, tenía la cara ensangrentada, las gafas clavadas literalmente en la mejilla y su gorro caído en el suelo, mira al policía y le dice – ¿Mire usted, porque no me llevan a la enfermería de la plaza de toros? Acaba de terminar la corrida y los médicos seguro que están allí todavía…
El policía no podía dar crédito a la lucidez, en un momento tan estresante, que mostraba ese señor tan mayor, pero claro, la razón es siempre del que mantiene la calma y el abuelo fue, en ese momento, el que tomó la decisión mas acertada.
Así lo hicieron los policías. En la enfermería, los doctores, aquí se encuentran con nosotros algunos de ellos, le curaron, suturaron sus heridas y lo dejaron perfectamente.
Al llegar al hotel, por la noche, le digo – Pero abuelo como cruzas sin ayuda de nadie, pero…
Bueno lo típico… Cuando finalizo mi charla me dice:
– Enrique, por fin me han operado en la enfermería de la plaza de toros de Valencia.
Mi abuelo tenía el brillo en los ojos del que sabe que ha cumplido con lo inevitable de un torero; pasar por la enfermería. Una situación que no le llegó en su etapa de novillero y que cumplió a los noventa años porque mantuvo la lucidez que solo tienen los toreros en ciertos momentos de estrés.
Los toreros, siempre sabemos que, tarde o temprano, tenemos que pasar por la enfermería.
El 18 de marzo de 2014, el toro Barbuqueja, de Victoriano del Río, me coge al entrar a matar: Eran las primeras Fallas sin mi abuelo, le había brindado el toro dirigiéndome al cielo, sentí en el suelo que podía morir, notaba como el pitón viajaba desde la axila hasta el cuello, pero por muchos motivos no dejé que me arrancara el vida: Mi Fé en Dios me obligaba a luchar, pero mi otra Fé, la que tenía en la enfermería me daba la oportunidad de mantener la esperanza, me decía que si escapaba de esas garras tenía la oportunidad de salir.
Cuando me trasladaban en camilla, de la enfermería hacia la ambulancia, pude divisar parte de los arcos románicos de la plaza y parte de un cielo que ya no era azul, había oscurecido, guiñé un ojo al cielo y dije – ¿Has visto que he estado por encima del toro, eh? Le he cortado las orejas.
Ah, abuelo, y a mi también me han operado en la enfermería de la plaza de toros de Valencia, como a ti abuelo, como a ti. Cosas de toreros abuelo, no te preocupes.
Como decía, la tranquilidad en los momentos del trance es fundamental, aporta visiones más próximas a la realidad, ofrece datos importantes al cirujano y elimina nerviosismos evitando tensiones extraordinarias, por lo que permite al doctor acometer sobre la prioridad de lo mas urgente y grave sin temor a equivocarse.
Considero, que este aspecto, desde la perspectiva del torero, se debería de abordar de otra manera por parte de los equipos médicos; darse a conocer a los matadores y cuadrillas, empatizar con nosotros, que conozcamos su calidad humana y profesional, que si sucede, el nunca deseado percance, tengamos la tranquilidad de que hay un buen equipo y estamos en buenas manos profesionales.
Quizás, esta sería una propuesta que expongo en este foro: en próximos congresos se deberían incluir a algunos Matadores de Toros en ponencias o mesas de debate junto a los Doctores.
Ignoro si ya se ha hecho alguna vez, pero sería muy importante.
Pienso que empatizar, en este sentido, es importante para evitar el primer Sock, el que supone verse desmadejado por un toro y encontrarte en un entorno extraño con algunas personas que no conoces, este aspecto es muy interesante. Recuerden, hay teorías al respecto de la cogida de Joselito El Gallo, en Talavera, que dicen que su muerte se produjo por el Sock, el impacto que le supuso verse eviscerado.
Entiendo que para ustedes, los cirujanos, poder disponer de un paciente anímicamente más entero siempre será mas beneficioso a la hora de poder mantener sus constantes vitales.
Desde luego que yo no soy un erudito en la materia médica, ni mucho menos, es mas, mi atrevimiento en este sentido casi me ruboriza a la hora de dirigirme a ustedes, pero les repito que les hablo desde mi experiencia como torero, con la experiencia del que ya ha sufrido diez cornadas, infinidad de volteretas y roturas de huesos: tres cornadas han sido graves y dos han sido muy graves con riesgo de perder la vida. Estoy operado de sendas clavículas quebradas, mis cervicales han sufrido el castigo de las caídas incontroladas producidas por las cogidas, mis músculos y ligamentos han sido rotos de tanto soportar la presión y el peso de los toros sobre mis piernas, muchas, muchas circunstancias después de mas de treinta años dedicado al toreo. En ese aspecto sí les puedo decir lo que siente y necesita un torero: Necesita confianza absoluta en la persona, en la cual, dejará la vida en sus manos.
Mi Fé, como católico que soy, me aporta la creencia en Dios y me ofrece la paz y la tranquilidad que solo entendemos los creyentes, pero también me aporta tranquilidad el echo de que mi gente de confianza se entere de cómo están las enfermerías, que dotaciones tienen. Si estamos en un lugar en el que no hay medios cercanos, saber cuáles son los más próximos, incluso, cual es la puerta por la que se accede a la enfermería desde el ruedo y el trayecto mas corto. La formación del personal del ruedo, aquellos que posiblemente recojan al torero herido, en las formas y maneras de recogerlo, cuando hay que hacer un torniquete y cuando no, que se habiliten camillas especiales y medios de inmovilización para posibles problemas de cervicales, esto mejoraría el traslado hasta la enfermería, en definitiva tener prevista y visualizada cualquier contingencia que pueda aportar aspectos positivos a la gravedad del momento tranquiliza y ofrece confianza al torero.
En este aspecto tenemos que seguir en la lucha por reivindicar que las enfermerías estén adecuadas y les puedan ofrecer a ustedes los medios necesarios para que realicen su trabajo, porque, sino, aquí no hacemos nada, no sirven para nada todos los avances y experiencias que ustedes se comuniquen, unos a otros, en estos congresos, si cuando tienen que ponerlos en práctica nos encontramos con la frustración de ver enfermerías viejas, sucias, sin instrumental, sin condiciones higiénicas, en algunas ocasiones cerradas y sin que nadie sepa donde están las llaves, al final, hay que poner una UVI móvil y al hospital mas cercano. Reclamemos estas circunstancias por el bien de todos, para poder decir que disfrutamos de un espectáculo moderno, actualizado.
La medicina, la cirugía taurina, es y ha sido fundamental en el toreo, pero no solamente en el aspecto en el que venimos comentando o aparentemente podemos pensar. También en su evolución a través del tiempo.
Los toreros nos entregamos más cuando estamos más seguros, cuando nos encontramos en una tesitura en la que solamente tenemos que entendernos con el toro, esto provoca que profundicemos en nuestras distintas tauromaquias, que asumamos más riesgos, para ir mas allá.
Este aspecto es el que me ha llevado a reflexionar sobre la evolución del toreo, en todos los órdenes, al compas de la evolución de la medicina y los avances en los sistemas, medios y técnicas de cirugía:
Si entendemos el comienzo de la tauromaquia, desde que se inicia un enfrentamiento con el toro, en el que se intuye ya el desarrollo que nos llevará a la corrida tal y como la conocemos en nuestros días, tendremos que situar esta circunstancia a mediados del siglo XVIII. Durante los siguientes cien o ciento cincuenta años la evolución en la tauromaquia pasa por una organización paulatina del espectáculo en lo que se refiere al orden de los participantes en la lidia y la jerarquía que en ella debe de ocupar cada elemento, también se establece, de forma evolutiva, la indumentaria, aparecen las primeras tauromaquias escritas, dictadas y surgen las primeras agrupaciones de ganado en distintas partes de la península donde se cría el toro: Las ganaderías y encastes fundacionales.
Pero lo que es la lidia, que no toreo, pues este aún no había llegado, no sufre una evolución significativa, desde luego que el paulatino conocimiento del toro va enriqueciendo las posibilidades técnicas de los toreros, pero en lo fundamental no hay tanta diferencia.
La preparación del toro para la muerte.
En el orden científico, con respecto a la cirugía taurina de esos años, esta, era una cirugía heroica, las cornadas casi siempre son curadas a sangre y fuego, las curas eran dolorosísimas, las infecciones solían ganar la partida y la muerte era muy frecuente.
No existen grandes avances científicos, solamente la aparición del Éter y posteriormente el Cloroformo como medios anestésicos, ya a mediados del siglo XIX, ayudan a paliar el dolor de las operaciones.
Cierto es que aparece en escena uno de los primeros y mas importantes médicos, que había en aquel tiempo, interesado en la cirugía taurina: El Doctor Juan Creus Manso (1828-1897) el médico alcarreño (Guadalajara) incluyó sus tesis sobre la Taurotraumatología en tratados y libros de la época, con esto se empieza tener en cuenta que las heridas y lesiones producidas por lo toros tienen ciertas particularidades.
El toreo se adelanta a la ciencia cuando Gallito consigue la cúspide del toreo antiguo y observa y protege el toreo que viene de los brazos de Juan Belmonte. Este aspecto se ve roto, en su dinámica natural, a la muerte de Joselito “El Gallo” en 1920. Gallito estaba introduciendo la revolución que llegaba de Belmonte, vía Antonio Montes, de forma paulatina, asimilando los nuevos conceptos y cambiando la cabaña de bravo: De la hegemonía Vazqueña (Veragua) a la antigua rama Vistahermosa vía Murube.
Este acontecimiento provoca un vacío inmenso, de tal calibre, que los conceptos Belmontistas quieren imponerse inmediatamente, pero el toro todavía no es el adecuado, además sube considerablemente su tamaño y la ciencia todavía no está preparada para asumir tanto percance y tan grave. Es por este motivo por el que, la mal llamada edad de Plata; digo esto porque en realidad, en esa época, se juntan una cantidad de toreos importantísimos que no merecen tal denominación, es abanderada de nuevo por los conceptos evolucionados del Gallismo: la simbiosis suscitada entre Joselito y Belmonte.
Juan se retira durante unos años y su estela queda mas huérfana todavía: El Gallismo no morirá nunca del todo.
La cirugía taurina es diferente, en la misma medida que los toreros son enfermos diferentes, necesitan entornos muy particulares: En 1927 Marcial Lalanda inaugura en Madrid el Sanatorio de Toreros. Durante cincuenta años será el sitio en que los toreros encuentren ese ambiente distinto y a cirujanos especialistas en Taurotaumatología.
En este periodo, el Doctor escocés Alexander Fleming descubre la penicilina (1928) pero no empezaría a llegar a España hasta mediada la década de los cuarenta, en muchas ocasiones mas cantidad y mejor calidad en el contrabando y en el estraperlo que la que se vendía en los establecimientos oficiales custodiados por el régimen.
Es a partir de estos momentos, en que la medicina ya aporta la posibilidad de operar con anestesia y que las infecciones se pueden combatir con antibióticos, cuando los cánones belmontista darán el salto definitivo a imponerse en la tauromaquia y convertir esta en un arte singular. Han pasado doscientos años y la evolución había sido mínima. Desde la comercialización definitiva de la penicilina, de forma generalista en farmacias privadas, desde 1950 hasta nuestros días, el cambio evolutivo en el toreo ha sido muy grande.
Una vez acabada la Guerra Civil, las familias empiezan a regularizar sus situaciones, el índice de natalidad se dispara en los años cuarenta, esto supone que en la década de los cincuenta- sesenta haya una cantera extensa de aspirantes a matadores de toros y por extensión salen grandes toreros que darán un giro definitivo al toreo iniciado por Juan Belmonte, sobre el soporte de una medicina ya mas actualizada en sus conceptos, técnicas y fármacos. Hoy en día se podría decir que hacia la electrónica y la informática también.
El toreo, la tauromaquia es un poliedro de infinidad de aristas, el núcleo fundamental esta formado por tres elementos básicos: Toro, Torero y Público, pero el retos de factores que circundan el famoso Planeta de los Toros, que dijera Gregorio Corrochano, son imprescindibles, todos, de la misma manera para entender la evolución del arte de torear.
Hoy en día los medios son extraordinarios, en los últimos cien años se ha evolucionado mas que en todos los anteriores de la historia de la humanidad, esto no es solamente extensible al toreo: las expectativas de vida en la actualidad se han multiplicado exponencialmente en la misma medida, la medicina, el cambio de hábitos higiénicos y alimenticios, el cambio de paradigmas del pensamiento, nos han llevado a una situación en la que, en el caso que nos ocupa, los toreros arriesgan hasta puntos insospechados, créanme, el toro de hoy es mucho mas bravo, el toreo es mas puro, parado y asentado, las cornadas son mucho mas fuertes, son en mas cantidad y mas graves porque se arriesga mucho mas que en las tauromaquias antiguas, pero la diferencia está en ustedes, en la medicina, en la cirugía, en su talento, en el esfuerzo que ustedes, los médicos, hacen por cuidar de nosotros los toreros.
Por todo lo expuesto en esta conferencia, podríamos aseverar que tenemos que seguir avanzando en los campos de la investigación y especialización de la cirugía taurina, pero que el sosiego y tranquilidad nos aportará mejores situaciones para la lidia de las cornadas, que los toreros tenemos la obligación de participar en sus congresos para aportar lo concerniente a la otra parte, que tenemos que retomar nuestro aspecto mas reivindicativo para no dejar que los establecimientos clínicos de las plazas de toros caigan en la desidia, que la prevención en lo que se refiere a la formación del personal plaza, que es quien primero recoge al toreo herido, es fundamental, que conocerse, equipos médicos y toreros, aporta empatía y confianza.
Pero si tenemos que sacar una conclusión, clara y específica es que los toreros, el toreo, la tauromaquia, les necesita al lado de los toreros para que nosotros sigamos indagando en nuestras tauromaquias y permitir que, como ha sido a través de la historia, la tauromaquia siga evolucionando en el arte y en el tiempo, porque como dijo alguien: El toreo es arte porque es evolutivo, yo añado, es evolutivo gracias a los toreros que se juegan la vida y a ustedes, los médicos que velan para salvar a los toreros.
Enrique Ponce: Matador de toros.