INTRODUCCIÓN: Al ser la Tauromaquia un continuo movimiento de seres humanos en torno al animal bicorne, esté quieto o también en movimiento y al revés en las faenas para el recuerdo, se pueden descubrir fácilmente las connotaciones geométricas en todas las partes de la lidia. Aunque la aplicación de la fuerza física por parte del torero es rara en los pasajes de la corrida, en la suerte suprema sí es necesaria, pero unida a la habilidad, la suerte y por supuesto al valor. En ella, como es sabido, para ejecutarla bien hay que mirar al morrillo, a la cruz , perdiendo de vista la mirada del toro, la altura de los cuernos y su acometida o no.
Se trata de atravesar algo tan duro y poderoso como es el morrillo del animal, dotado de tanta fuerza que es capaz de levantar y derribar al caballo del picador con sus petos protectores, montado por generalmente un hombre fornido y sobre pesado con sus vestimentas y protectores de las piernas (“mona, zona”, etc.).
Para ello, de alguna forma, el toro “debe ayudar” con su acometida hacia el matador. La falta de esta “colaboración” es común en los animales quedados o en aquellos ya agotados por una faena excesivamente larga. Se dice que “se les ha pasado la hora de la muerte”. Precisamente para lograr una suerte suprema eficaz y estéticamente bella debe entrar en juego la geometría, variable según estilos o maneras de practicarla y siempre la inercia asociada al movimiento y velocidad en sentido contrario del toro y del torero.
La inercia es aquella propiedad relacionada y explicada por la física, por la cual un cuerpo con su masa en movimiento tiene la tendencia a continuar su desplazamiento transmitiendo una fuerza en forma de golpe a lo que se interpone. Por eso la inercia juega un papel de importancia para consumar la estocada profunda y por ello esta es más difícil de lograr cuando el toro no obedece al cite del la mano izquierda del matador que pretende la mencionada “ayuda “ y que el astado baje la cara con la cornamenta, para por un momento invadir su rectitud más allá del cuello y soslayar el posible percance cuando a la vez que se hunde la hoja en el pequeño triángulo de la muerte del toro en “lo alto”, el cuerpo de lidiador sale pegado al costillar por la derecha del animal. Dejamos el relato geométrico para delimitar lo que es el “triángulo de la muerte en lo alto” del toro.
El “triángulo de la muerte” es un pequeño polígono con esa forma, a la derecha o la izquierda de la columna vertebral del astado en el inicio del segmento dorsal, limitado por delante y por detrás en la postura cuadrúpeda por las primeras costillas y externamente por el borde interno de la escápula.
Habitualmente se pretende hundir el estoque por el de la derecha que es por el costado que saldrá el matador junto al costillar tras “el cruce de la muerte”, denominación referida al momento que el torero sobrepasa muy ajustadamente la punta de los cuernos, que si todo ha resultado como se desea deben estar apuntando hacia la arena obedeciendo al “toque” que con la punta de la muleta ejecuta el hombre (sacudida enérgica de la punta del estaquillador descendiendo su altura), al iniciar el “tercer tiempo” de la suerte en el que sincrónicamente echa la muleta al suelo, “dándole de comer al toro” y ejecutando un verdadero pase de pecho semi de frente, a la vez que la mirada puesta “en la cruz” y apuntando a ella busca ese diminuto espacio. Precisamente por estar el área del triángulo justamente horizontal, para conseguir introducirla por el espacio intercostal, la espada tienen esa curvatura final, ya que si fuera recta, habría que arquear el brazo para tratar de meterlas con una dirección lo más vertical posible. Hay diversas maneras útiles de apuntar al sitio correcto que luego comentaremos, pero todas ellas pretenden lograr el acierto y puntería, a la vez que la gran fuerza necesaria para introducir el estoque hasta dentro en el espacio posterior del llamado “mediastino”, entre los dos pulmones y con órganos vitales en su contenido.
(*) Cirujano-Jefe de la Plaza Monumental de Barcelona. (**) Fotoperiodista taurina
Hay que señalar que el arqueo del brazo hace muy difícil aplicar la energía indispensable y hundir el arma toricida y que esa es una mala técnica para lograr la penetración, como saben los que por distintos motivos la han empleado. También es mala técnica “dejarse el brazo atrás” lo que igualmente hace imposible comunicar esa fuerza necesaria.
Lo que a veces se llama “pinchar en hueso” algunas veces oculta o denota una mala sincronía de los movimientos, que tiene que ser reflejos automatizados, imprescindibles para comunicar a la punta del estoque la fuerza y la inercia del matador que con determinación y valor se debe “tirar a matar”.
Enrique Sierra Gil (*) y Muriel Feiner (**)
Leer el documento completo: LAS INERCIAS Y LA GEOMETRÍA EN LA SUERTE SUPREMA-julio 2019. Enrique Sierra